Disparado a propulsión o simplemente en curso sereno, como un zumbido se mueve ante mí.
Se mueve y lo veo a veces dispararse, a veces desgarrarse, a veces perderse en un camino cuya dirección desconoce.
En la base o en altura extrema, dispara su rumbo en plena fluidez, y cuando menos se espera, se detiene y se abstrae del mundo, se suspende, levita, dejando al tiempo resumido a nada.
Amorfo y concluyente roza las cabezas aún sin desearlo, despeina pelucas y contempla ensimismado la piel erizada de algún transeunte desprevenido.
No teme al no, porque no cesa en su viaje. Se cree a sí mismo un viajero del tiempo.
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