Caminó por la ciudad hundida en niebla hasta que llegó a la
torre.
Sólo bastó un chasquido de sus dedos para que la puerta se abriera y lo
dejara pasar. Los pasadizos oscuros no lo asustaban y tampoco las húmedas
heridas de las paredes.
Escaleras arriba lo esperaba su salvación envuelta en
un sobre lacrado y hacia ella fue apurando el paso, mutando la piel y
despojándose de su malicia.
Sólo una pregunta lo atormentaba: ¿sería su
salvación su libertad?