Mis manos juntas, la cabeza gacha y un hondo sentimiento de abnegación buscan menos un milagro que una escucha atenta en algún lado del
universo. Agradecimientos o
súplicas, mis oraciones son sinceras, coherentes y sentidas.
Rezar me limpia. Me eleva.
Rezar me limpia. Me eleva.
Rezo porque me entrego en cada palabra, porque la comparto y
la dignifico. Porque me enlazo con la fe, rezo.
Mi plegaria llega siempre a destino, porque así lo creo. Y
en su viaje se une a otras más estridentes, más débiles o ya repetidas. Y se
hacen una, que flota, crece y si tenemos suerte, se cumple.
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