El abismo se llevó las palabras
pero me dejó la voz
(Un registro perdido, anclado como huella indeleble en alguna parte de mi mente).
Se llevó las manos
pero me dejó la efervescencia, el dolor del recuerdo, las caricias como espinas.
Se llevó la boca
pero me dejó los besos
(absolutos, como rezos).
Se llevó la inspiración, el deseo, las lecturas.
La compañía, los miedos, los traumas.
Se llevó la culpa.
Hubo una llave. Ya no abre.
Me dejó encerrada en la habitación del silencio,
a media luz,
muda.